El retail de belleza ha sido siempre uno de esos terrenos donde la intuición, el tacto y la experiencia humana eran clave. Sin embargo, algo ha cambiado. Hoy, los algoritmos saben de tonos, texturas y preferencias casi tanto como los maquilladores. La inteligencia artificial se ha instalado en el corazón del retail cosmético y ha comenzado a hablar el lenguaje de la piel.
Marcas globales como Sephora, L’Oréal, Estée Lauder o Shiseido llevan años investigando la frontera entre tecnología y cuidado personal. Y lo que empezó como una herramienta curiosa para probar labiales virtuales se ha convertido en un ecosistema de datos, aprendizaje automático y experiencias a medida que está cambiando el modo en el que millones de personas prueban y compran productos de belleza.
Sephora, la pionera que digitalizó el espejo
En 2016, Sephora lanzó una herramienta que marcaría un antes y un después: “Virtual Artist”. Desarrollada junto a la startup canadiense Modiface, permitía al usuario probar tonos de maquillaje en su propio rostro gracias al reconocimiento facial y la realidad aumentada. De esta manera, lo que parecía un experimento digital se transformó en una revolución comercial.Consiguieron más ventas online, menos devoluciones y una sensación inédita de personalización.
Según la Harvard Digital Initiative, Sephora fue la primera gran marca en aplicar inteligencia artificial de manera masiva en el retail de belleza. La integró en su web y aplicación móvil, pero también en sus tiendas físicas. Allí, los espejos inteligentes reproducen el mismo tipo de experiencia personalizada.
Con el tiempo, la compañía amplió el alcance de la IA. Puso en marcha chatbots que responden dudas sobre productos, algoritmos que recomiendan rutinas y programas de fidelización basados en comportamiento real. Todo bajo un mismo objetivo: que cada cliente se sintiera comprendido por la marca.
L’Oréal, Estée Lauder y la nueva generación de innovación
El éxito de Sephora fue el punto de partida para una transformación más amplia. Entre los primeros en seguir su camino estuvo L’Oréal, que en 2019 presentó SkinConsult AI, una herramienta de diagnóstico facial desarrollada junto a su filial tecnológica Modiface. Basada en inteligencia artificial y años de investigación dermatológica, la aplicación analiza un selfie, detecta siete signos de envejecimiento y sugiere rutinas personalizadas según el tipo de piel y la edad del usuario.
Estée Lauder también ha seguido pasos similares, introduciendo diagnósticos de piel digitales y asistentes virtuales que asesoran en tiempo real. Su estrategia se centra en trasladar al entorno online la experiencia de consultoría personalizada que siempre caracterizó a sus tiendas.
Por su parte, Ulta Beauty, una de las cadenas de perfumería más grandes de Estados Unidos, creó GlamLab, una plataforma donde los usuarios pueden probar maquillaje virtualmente y recibir recomendaciones inmediatas.
Y Shiseido ha llevado la IA a un nivel aún más sensible: su sistema analiza los gestos faciales y adapta las sugerencias a las emociones y hábitos de cada persona.
Todas comparten la misma convicción: el futuro de la belleza será cada vez más personal, más predictivo y más digital.
Datos, piel y confianza
Detrás de cada espejo inteligente y cada recomendación algorítmica hay un motor de datos que ayuda a las marcas a comprender a sus clientes. Y es que utilizan inteligencia artificial para mejorar la experiencia de compra, pero también para anticipar tendencias, ajustar el stock en tiempo real y diseñar estrategias de comunicación más precisas.
En el caso de Sephora, esta integración tecnológica va de la mano de su estrategia de Retail Media, donde la información de sus clientes se utiliza para personalizar campañas publicitarias y conectar con el consumidor desde una narrativa más emocional que invasiva.
Pero el reto no es solamente técnico. Hablamos de que la IA analiza rostros y comportamientos, por lo tanto, la confianza se convierte en el nuevo lujo. La transparencia sobre cómo se usan los datos y el respeto por la diversidad son factores que determinarán qué marcas se ganan el favor del consumidor.
Un futuro hecho a medida
La siguiente ola ya está en marcha: la IA generativa comienza a asomarse al mundo de la cosmética con herramientas capaces de crear tutoriales personalizados, diseñar rutinas completas o incluso imaginar nuevos productos a partir del análisis de millones de perfiles de usuarios.
El espejo del futuro reflejará algo más que la imagen del cliente: también la interpretará. Y lo que empezó como un simple experimento digital, hoy define una nueva manera de entender la belleza. Más precisa, más conectada y, sobre todo, más humana.